domingo, 19 de diciembre de 2010

Cristaleras


Siempre me gustaron las cafeterías con grandes cristaleras desde donde se puede ver sin ser visto, al abrigo de un humeante café con leche. Escaparate de la vida cotidiana, espectáculo en vivo al módico precio de 1,20.

Ambulancias con sirenas, el autobusero que conduce por automatismo mientras masca chicle y mira el reloj en su muñeca, la mujer que habla sola camino del mercado, la pareja de estudiantes que se estudian a sí mismos con cierto nerviosismo y sonrisa cómplice, el conductor que aprovecha la parada del semáforo para compadecerse de su monótona existencia...

Me impresiona y me intriga el pasar de la gente y a veces juego a adivinar cómo es su vida. No sabría establecer la proporción de miradas tristes y ojos vivos, de caminares con prisa por llegar quién sabe dónde y andares de caracol que dejan entender que no hay quien les espere en ningún sitio... Siempre se me dio bien descifrar la vida a través del movimiento.

De repente, un juego de luces traicionero hace reflejo en el cristal y me aparezco, sentada, abstraída, investigando; preguntándome qué busco, qué espero que me devuelva esta ventana desde la que me asomo al mundo a ratos.

Y aunque nunca me sorprende lo que veo, los ojos que contemplo son los únicos que se protegen y me esconden historias que no logro descifrar... ni sé si quiero...


4 comentarios:

  1. Precioso texto. A mí me gustan también las cristaleras para hacer fotos a través de ellas y captar lo que tú describes tan bien. Si están limpias salen imágenes nítidas. Si están sucias, salen imágenes con sabor.

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  2. A ti las fotos te salen con sabor siempre, artista! Muak!

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  3. Precioso, amiga! El final, genial! :)

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