jueves, 25 de agosto de 2011

Salto libre - Pieza nº 27 de "Jirones"

 
Me tiré de cabeza y en picado.
Con aletas de buzo y escafandra, mi pijama de nubes de recién levantada y una maleta sin ruedas en cada mano, con adhesivos de Burgos y Segovia.
Como aun así no todo cupo, la cafetera, mi crema antiarrugas y tu retrato pendían de mi espalda, dentro de la mochila rota de los años felices.
Fue un milagro coronar sin manos la escalera, pero conseguí llegar (aún no sé cómo).

Desde el trampolín, a tantos metros, se ve tan poco que no se siente miedo.
En el extremo de la tabla una pegatina rezaba: “¿Está usted seguro?”, y luego proseguía, pero en letra más pequeña. Y cuando me acerqué (mujer orquesta) para leerlo, me topé de bruces, con la gravedad primero y con la realidad después.
Pero esta historia es sólo para mí.
Ante la gente siempre juraré que me tiré… y de premio nada menos.
En triple pirueta mortal solté las maletas en el aire (contaré) y una vez en el agua las recogí al vuelo, cual malabarista experto.
Diré que me colgaron del cuello la medalla del segundo, que siempre será más creíble que la del primero.
Y de los puntos de sutura en la cabeza, baste decir que fue un resbalón tonto, de vuelta a casa, regresando embriagada tras la celebración de la victoria. Al fin y al cabo, no se gana una plata todos los días.
Y tú, lector burlón, que te estoy viendo, no creas que no aprendí nada de esta historia: en mi próximo salto no olvidaré llevar las gafas puestas bajo mi escafandra rosa chicle de la tienda de los chinos.



Ilustración de Jesús Bermejo

domingo, 14 de agosto de 2011

Sopas de letras "sans serif"


Llevabas paracaídas, pero no me lo dijiste.
Querías tenerme allí, tumbada en el suelo, con medio cuerpo fuera entregado al abismo, cogiéndote de una mano para que no cayeras, gritándote en silencio “¡no te vayas!”
Vi cómo se precipitaban algunas de las cosas que guardaba en los bolsillos, haciéndose más pequeñas, alejándose de mí, perdiéndose, perdiéndome.

Y caíste, con la sonrisa en los labios, victorioso.



Cuando me empuja la nostalgia, me acerco de puntillas al borde de aquel abismo donde, a falta de ti, guardo nuestras sopas de letras sans serif.
Cojo aire, salto y me sumerjo, leo y releo sin prisa. Allí no hay tiempo.
Ni siquiera es necesario respirar.

En mi última incursión recuperé la cordura, lo último que vi caer, abismo abajo, justo detrás de tu cuerpo y me doy cuenta…

Tú presionaste el play. Yo te miraba amante, agradecida.
Tú esquivabas llamaradas. Yo te rozaba las manos con dulzura.
Tú acumulabas premios y pasabas de pantalla. Yo te abrazaba fuerte, como si supiera que no podría hacerlo siempre.
Tú te llevaste el premio. Yo sonreía ingenua, conteniendo los pliegues delatores en mis labios.

Llevabas paracaídas, pero no me lo dijiste… y yo buscándote sin tregua, culpándome, maldiciendo a aquella niña que inventó la trampa que la hizo presa.
Y yo buscándote sin tregua…
Y yo buscándote…

Nunca te volví a encontrar. Me encontré yo,
en la última inmersión nocturna en nuestras sopas de letras sans serif.

Y desde entonces, cuando alguna noche tira piedras la nostalgia en mi ventana,
yo recreo aquella escena, diferente.

Te veo colgando de mi mano, a ras de suelo, gritándote en silencio “¡has de marcharte!”, dejando que te caigas para siempre.
Luego me doy media vuelta (con la sonrisa en los labios, victoriosa)
mientras susurro para mí, sin que me oigas:

Cuánto te di de más,
Cuánto te quise…
Cuánto gané sin ti,
Cuánto perdiste…

(Llevabas paracaídas…
No lo abriste.)



martes, 2 de agosto de 2011

Voy buscándote


Voy deshaciendo tus miedos con saliva
y derribando tus muros con mi aliento.

Voy abriendo cerraduras con paciencia
y rompiendo tus candados con sigilo.

Voy quemando los rastrojos de tus dudas
con mi calma mientras duermes.

Voy abriéndome camino en tu espesura
sin ninguna prisa, disfrutando.

Voy dejando que te dejes, que te abandones
a este cielo temporal, sin preguntarte.

Voy viéndote un poco más, cada vez que te miro,
y leyéndote en los ojos lo que no quieres decirme.

Voy buscándote sin tregua, aunque te escondas.

Y sé que voy a encontrarte cuando entiendas
que no hay un solo motivo para huir;
porque no tenemos nada que perder
ni razón alguna para darlo todo por perdido.