domingo, 25 de diciembre de 2011

Es posible

Cuando una farola en vela
me alumbra el juicio en la noche
puedo ver
que tú nunca me has querido para ti.






Entonces cierro los ojos
y camino a tientas las ciudades,
jugándome la vida en los semáforos,
sorteando coches,
y esquivando esquinas,
excrementos,
papeleras,
(sigo caminando, brazos al frente),
vallas,
alcantarillas,
escaleras…

Y así hasta que sale el sol y abro los ojos
(ahora puedo)
porque hoy es un día nuevo
y todo,
absolutamente todo,
(incluso que tú me quieras...)

es posible.


viernes, 23 de diciembre de 2011

Entre escaleras


Me he perdido entre escaleras por tu culpa.
Como en un cuadro de Escher.

¿Estoy subiendo? ¿Bajando?

Me resulta imposible quedarme quieta,
no buscarte sin tregua con la mirada
para preguntarte “¿y ahora qué?”.


Con cada escalón avanzo
(nunca camino hacia atrás,
de lado menos)
pero ni un cartel me avisa
de si me acerco o me alejo,
ni de hacia dónde voy
ni hacia dónde debería.

Mi mirada se acostumbra a no encontrarte,
pero si me quedo quieta me mareo.

Por tu culpa,
yo me quedo a vivir entre escalones,
perdida
en estas escaleras imposibles.

martes, 20 de diciembre de 2011

Armaduras


“Cuando dos personas que llevan armadura intentan abrazarse, chocan”, dice mi amiga.

Y está en lo cierto.

Son armaduras invisibles, corazas hechas de miedo y de rencores que no salen con lejía.

Por más que nos desnudemos para anudarnos más fuerte, ahí siguen, vistiéndonos las dudas, los anhelos, los “si fuera…”

La intención es sólo defenderse, (incluso de ser felices), mas si hay que atacar… se ataca, como maniobra preventiva, aunque no tenga sentido herir lo que sin remedio quisiéramos cuidar.

Todo sigue ahí, como siempre, a los pies de la cama o en un signo de exclamación sin intenciones (sin vida).

Ahí seguimos, como siempre, cansados, alterados, enemistados con nosotros mismos, pagando los platos rotos con el otro.

Y aquí sigo, como no sé hasta cuándo, con el cabo de esta cuerda suelta entre mis manos, esperando que tires otra vez para poder volver a chocar contigo…

jueves, 15 de diciembre de 2011

Paso a dos


Hoy he soñado que bailaba contigo
un paso a dos,
así,
sólo medianamente coordinados,
improvisando al compás de unos acordes
sin ritmo
que ni siquiera escuchamos.

Me mirabas a los ojos,
así,
como me miras tú sólo,
con apenas una palabra en los labios:
“¿Bailamos?”,
con esa fingida seguridad tan entrañable
con la que me tratas siempre.

Y yo, sin dudarlo, bailo contigo.

Bailamos.

“¿Bailamos?”, me preguntabas,
así,
con el brazo extendido, palma arriba.
No te quedó más remedio que contar conmigo.

Porque para bailar
así,
de esa manera,
con alas en los pies
(como yo bailo),
mirándonos fijamente,
sin hablar…
me necesitas.

Hoy he soñado que bailaba contigo
un paso a dos,
y he despertado
con un par de alas rotas en los pies.

lunes, 12 de diciembre de 2011

domingo, 11 de diciembre de 2011

SINTIGO ya a la venta!!


Sí!
La presentación de "Sintigo" será en enero, pero por a si alguno le pierde la impaciencia, o quiere aprovechar estas fechas para hacer un bonito regalo, ya podéis comprarlo en la Sala Búho Real (dónde si no...), calle Regueros 5, de Madrid, que abre sus puertas a las 21:00 horas de lunes a domingo.

Y si no vives en Madrid, puedes solicitar tu ejemplar escribiendo a pedidos@jirones.com

Una vez más, gracias Darío!!


viernes, 9 de diciembre de 2011

"Clavados" de Raúl Peña

 
Cómo me gustaría haber escrito esto...

Muy pronto podréis disfrutar de las preciosas, atinadas y punzantes poesías de Raúl Peña.

Gracias amigo.


"Los dos tenemos los pies en la tierra.
Los dos tenemos los pies encallados.

¿Por qué yo pienso siempre
que tú vuelas?

Tú no vuelas,
porque yo no te acompaño.
Y no te busco de acto.
Pero tú tampoco a mí.
-No de acto al menos-

Y eso lacera tus pies,
y te los ancla a la tierra.

Yo debiera ser el primero,
mas si no lo estoy haciendo,
tú debieras ser la primera.
Y si no lo estás haciendo,
aquí quedamos,
clavados a la tierra.

Y es triste ver las nubes,
y recordar lo volado.

Y es triste ver qué sucede,
porque ni tú,
ni yo,
damos un mal paso."


jueves, 8 de diciembre de 2011

Pájaros muertos


Conozco mil ciento cuatro formas
de echarte de menos.

Compro un billete, vuelta abierta,
a mis recuerdos,
antes de que caigan pájaros muertos
desde el cielo
y abro con mimo el portón de tu sonrisa callada.

Entro despacio.

He de buscarte, descalza,
a ratos sobre piedras, hierba o brasas,
retirando las ramas enredadas de los cipreses tristes
que me dan la bienvenida con respeto.

Te encuentro.

Me esperabas...
y sonríes.

Mas no alargarás tu brazo hasta mi brazo,
no me invitarás a que me quede.
Dejarás que me vaya, o me harás ir.

Te echo de menos. Mil ciento cinco.

Extraño nuestros pedazos de vida entre corchetes,
bajarnos de nuestros trenes en marcha sin que nadie se dé cuenta
y perdernos por las calles donde nadie nos conoce.
Y no hacernos preguntas.
Y no contar el tiempo que nos queda.
Y ganarle la carrera a tantas cosas que nos pisan los talones.

Intentas convencerme de que esta casa de paja aguantará.

Quiero creerte, igual que quiero abrazarte: a ojos cerrados.

Te echo de menos. Mil ciento seis. A ti y mi entendimiento. Pero a ti más.

“Se pasará” me digo. “Sólo es un rato”.

De puntillas me alejo, y tú me dejas.
Salgo de tu sonrisa callada y cierro con llave.

Vuelvo al sitio que me toca. Ya me duermo.

Al otro lado del cristal de mi ventana, una nana sin letra me arropa el sueño.

En picado, mil ciento siete pájaros muertos empiezan a llover.


martes, 6 de diciembre de 2011

Por instinto


Si supiera, al menos, qué es lo que nos une…
Si pudiera adivinar qué nos separa…

Pero se me escapan las razones tras tus ojos,
se me dispara el pulso y te abro la puerta por instinto.

Me convierto en Alicia en mi mundo del revés,
sin miedo, en mi propio cuento,
donde no puede pasarme nada malo (estás conmigo),
de aventura en travesura,
surcando las montañas de tu pecho
y provocando el oleaje en tu pelo con mis manos.

Dejo (me dejo) que me busques las cosquillas
y te acaricio, por inercia, sin control.

Libero mil carcajadas, para no explotar por dentro
de la paz que me regalas, de año en año.

Nadie como tú consigue que toque el cielo en dos segundos.
Nadie, sólo tú, me hace caer en uno solo.

Si entendiera...

Pero este cuento es mi cuento,
aunque yo no sea quien lo escribe.

Yo sólo garabateo borradores
y ensayo el papel de lista ante el espejo.

Apareces entonces (siempre), de año en año.
Yo me asomo a mi balcón, como Wendy a su ventana,
y "ahí estás, perenne tú",
con un capítulo nuevo bajo el brazo,
rompiéndome los huesos, los guiones,
y mi cuerpo ya se niega a obedecer.

Mi mano corre al cerrojo, gira el pomo presurosa.

Te abro la puerta,
por instinto,
una vez más.

(No quiero dormir. No dejes que me duerma. No me dejes...)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Vivo


Vivo de amores prestados,
de cheques sin fondo,
de citas sin agenda
y números rojos.


Vivo de abrazos mancos
en la puerta de mi casa,
(aunque no todos),
de sueños sin rostro
y pesadillas con nombres y apellidos.

Vivo de pedir fuego a desconocidos,
de llamadas perdidas y camas separadas.

Vivo de recuerdos con orden de alejamiento
y de detergente y suavizante.

Vivo de estas letras con tarjeta de embarque,
de lágrimas sin pasaporte y cartas devueltas.

Vivo queriéndome yo, la noche que me toca.
Vivo lejos de ti y, sin embargo, (o quizá por eso) feliz,
porque no me falta nada.

Vivo del sol persiguiendo a la luna en mi cabeza,
de la magia de la música y de amigos generosos.
Vivo de la sonrisa y la risa que nunca pierdo,
de mi gata, que es capaz de amar mejor que tú,
y de tantas cosas que aún me quedan por hacer.

Me robaste muchas cosas, tú, ladrón de guante blanco,
pero con mis latidos no has podido.
No fuiste para tanto, qué pensabas…

Y con cada latido nuevo, vivo.
Y con cada latido nuevo, siento.

Vivo.

Y a pesar de lo que creas,
viviré.