viernes, 27 de febrero de 2015

Hasta que tu personaje se haga niebla

Reflexión reflexiva (que refleja o reflecta) sobre las personas humanas (exclúyase una parte) y sus propias proyecciones sobre sí mismos.

(La chulada de gemelos es de gemelosmania.com, por cierto!)

                               ...

Pensé que estabas hablando conmigo,
pero sólo te estabas respondiendo.

Cuarenta cuarenta. Iguales. Miro y aplaudo.
Y callo el “bravo” porque algo me dice
que no viene al caso y estará mal visto,
que me mirará la gente y …no,
aquí el prota eres tú.
(O tú. Ambos, quizás).

Silenciaré por un tiempo las alarmas,
los timbres que me contaban que estabas.
Pensando en mí.

Hasta que tu personaje se haga niebla
y seas entonces nada
que en nada se sostenga;
que cuando alguien me pregunte, pueda decir
"no sé a quién te refieres,
de quién estás hablando,
no creo que pueda decir que le conozca”.

Hasta que seas muy nada, y a nada sepas,
(como si hubiera sabido a qué sabías).

Y mientras callo el “bravo” y te haces niebla
me pregunto
qué habrías dado por parecértele un poco,
por tener sus agallas, su no-miedo,
su verdad, su valor y su discurso.
Por habértelo creído, qué habrías pagado.

¿A quién se aplaude cuando alguien aplaude?
¿Al actor o al personaje? ¿En qué medida?

Al que arranca los vítores, los aplausos
hasta que las manos empiezan a doler
y no compensa, ya, seguir aplaudiendo;
Entonces la gente se pone los abrigos,
vuelve a sus casas,
y a nadie le importa que te hayan faltado,
que necesites más,
dejarte a medias…

Mientras tu personaje se hace niebla,
y tú haces nada, 
voy recogiendo el abrigo.
Se ha hecho tarde.

“¡Bravo! ¡Bravo!”, callo sin parar.
Os dejo solos.



domingo, 8 de febrero de 2015

Poema a mi felpudo.

Este poema va de mi felpudo,
experto en bienvenirte,
y de este timbre
que no da tiempo a tocar antes de abrirte
la puerta sobre la que también va este poema;
 
El mismo que va de añadirle al “Anda, pasa”
“Negociemos qué nos rompemos esta vez”.
 
Este poema va de persianas bajadas
para que nadie nos cuente las horas
ni dejar pasar la luz que nos alumbre
tamaña insensatez.
 
Pero, por si no está quedando claro, te diré
que este poema va, por encima de todo, de reírse,
de mirarse y callarse lo mejor,
de sudar y reírse de nuevo mientras nos contamos
las mentiras de siempre de otra manera
sin dejar de reírnos,
tan conscientes
que deja de ser locura, mala idea,
que deja de ser pecado ni castigo,
que si existiera, lo llamáramos destino.
 
Porque este poema va…
Pero sobre todo, vuelve.
 
Así, en imperativo.
 
(Y nos reímos.)