- Hola, me llamo
Nadie y soy “hater”.
- Nadie, te queremos.
Supongo que eso es lo que persiguen los “haters”. Que
alguien les quiera un poquito. Que les hagan caso. Que les miren a ellos,
también.
Porque un “hater” no es otra cosa que alguien que abre
la boca cuando nadie le pregunta. ¿Que por qué? Precisamente porque nunca les
pregunta nadie.
Curiosa evolución ésta que se dirige al odio de lo
ajeno (o a creer que aquello que es de otros es ajeno). Curioso que tanto caso
junto haya dado lugar a un movimiento al que le hayan tenido que dar nombre. No
salgo de mi asombro, ni de mi casa, por si me los cruzo.
Y es que todos tenemos opinión, todos tenemos un
criterio, nuestro propio gusto, que por particular es subjetivo. Por eso nada de lo que diga nadie
es realmente importante. Lo único que importa es por qué cada uno hace lo que
hace, lo que siente al hacerlo, de qué manera le enriquece, o le enseña, o le
salva… pero no lo que la gente dice. Nunca. Ni
siquiera lo que dice la gente a la que le gusta lo que haces.
Hay libertad de expresión. Somos libres para decir lo
que queramos... ¡Libres! Somos libres y no sabemos lo que significa, la
responsabilidad que presupone, así que entendemos que la libertad es hacer lo
que le dé a uno la gana como si estuviéramos solos (que es como se ha de sentir
un “hater”, imagino), como si nada ni nadie importase, como si el de al lado no
fuera como tú;
Como si no viviéramos juntos, y no camináramos juntos,
y no aprendiéramos juntos siendo todos la misma cosa.
No. Tú eres distinto. Tú eres mejor: eres “hater”.
Eres el que no sabe pero opina. O el que sabe y opina
aunque a nadie le importe lo que dices (párrafo cuarto). Eres el de la crítica
que no construye ni consigue destruir, el que ni siquiera pretende ayudar al
otro, porque en ese caso habrías escrito un mensaje privado, que además, no
habría de ser anónimo ni con pseudónimo, pero no hay cojones; eres el que no
tiene en qué ocupar su tiempo y decide ir proyectando partes de lo que no le
gusta de sí mismo en cosas de los otros que dice que no le gustan (que no
quiere decir que no le gusten). Eres el que pincha en los "pulgares abajo”
para sentirse César ante el mundo, porque su única oportunidad de dejar huella
es ir pisando las huellas que dejan los demás.
¿No te gusta un vídeo? Todo bien. No vuelvas a verlo.
¿No te gusta un post? Perfecto. No vuelvas a entrar en esa web. No sigas a sus
autores, no vayas a sus conciertos, no compres sus libros ni visites sus exposiciones;
es perfectamente coherente. Pero ¿a qué viene este boicot emponzoñado que navega
libremente en el anonimato de las redes?
Relaja. Sólo es una canción. O un vídeo. O un post.
Sólo es un trocito de la vida de alguien y de su creatividad, que no hace daño
a nadie. No pueden devolverte el dinero que no pagaste. Nadie te obligó a pasar
por esos sitios. No hay hoja de reclamaciones porque a ti no te ha invitado
nadie. Aquí no hay nadie que te deba nada, sólo gente que se atreve a vivir y a
compartir y que se expresa. ¿Qué pasa? ¿Tú no eres capaz? ¿No puedes soportarlo?
Podría animarte a que les explicaras por qué no te
gustan, pero a ellos no les va a importar lo que tú pienses (recuerda, párrafo
cuarto).
Podría animarte a que les enseñaras cómo se hace
mejor, pero dudo que supieras y esa demostración, en todo caso, vendría de tu
ego, no de tu amor, así que no habríamos entendido nada.
Podría animarte a que te olvidaras del resto y te
centraras en ti, en enseñarle al mundo aquello en lo que brillas, pero si
tienes tiempo para tanto “dislike”, supongo que ni siquiera tú sabes qué haces
bien. Si no, lo estarías aprovechando.
¿No te gusta? No vuelvas. Pero siempre vuelves, porque
no tienes nada mejor que hacer. Vuelves para volver a decir que no te gusta,
porque estás enfermo y herir sin dejar rastro es adictivo. Porque piensas que
así los demás se sentirán como te sientes tú, porque castigándoles te sientes
importante, porque es fácil, porque sólo es un “click” (aunque en realidad no
es sólo un “click”, es un abismo que te separa del mundo y que dice mucho más
de ti que de aquello que supuestamente no te gusta); porque es anónimo, porque
“que se joda”, porque te ríes y te lo disfrutas, porque es el sustituto del
orgasmo que hace siglos que no tienes… porque tampoco tienes compasión.
Y es que es imposible tener compasión con los demás si
no se ha practicado antes con uno mismo, si uno mismo no se quiere o se conoce,
si tiene que esconderse…
Por supuesto que hay cosas que a mí no me gustan, y
por supuesto que me queda tanto que entender y que aceptar, que reconozco que a
veces se me llevan los demonios porque éxito y mérito no vayan hoy en día de la
mano, en mi opinión. (Sí, a veces se me olvida el párrafo cuarto a mí también).
La última vez que me ocurrió, volvió a ponerme en mi
sitio un gran tipo en una charla de las que valen
lo mismo que un postgrado. Me explicaba que él hace lo que le sale del corazón,
y que sigue aprendiendo y esforzándose para hacerlo mejor cada día. Que hay que
saber reconocer el valor de lo que hacen los demás. Y que si lo que se hace es
bueno, ¿qué pasa? Y si es malo, ¿qué pasa? ¿Dónde está el problema? ¿Y a ti qué
más te da? ¿Por qué te afecta? (Zasca… Tus miserias al aire, ¿y ahora qué?)
Que nadie es tan bueno como lo mejor que ha hecho en
su vida ni tan malo como lo peor que ha hecho o hará. Que lo que queda entre
esos dos extremos, señores, es un ser humano, y aquí todos venimos a jugar, a
hacer las cosas que hemos venido a hacer porque no podemos no hacerlas, y que
mientras le echemos cariño y humildad, es suficiente.
Si te gusta o no, es otra cosa. Si tú hubieras
corregido un par de trazos del Guernica, como buen “hater” de manual, es otra
cosa. Si no lo has entendido, si crees que podrías mejorarlo pero no te atreves
a intentarlo, es otra cosa.
Si tuvieras compasión… si te tuvieras compasión a ti
mismo, sería otra cosa.
Pero como dice otro gran tipo, “nos falta cariño y nos
sobra basura”. Falta compasión y sobran miedos. Falta amor y a algunos, les
sobra tiempo.
Seamos amorosos. Seamos compasivos, respetuosos y
educados. Entendamos que cada uno hace lo que hace lo mejor que sabe, que con
las pasiones y los sueños no se juega, que el silencio es algunas veces el
mejor maestro y que nuestra opinión no siempre es importante.
Deja de odiar, Mr. Hater. Ocúpate mejor en descubrirte
y enséñate al mundo. Descubre que puedes ser canción, poema, lienzo, (o
futbolista, o astronauta, o veterinario), o simplemente sonrisa, pero haz que
sea una sonrisa de verdad, acompañada de una mirada de verdad, llenita a
reventar de amor del bueno, del que no te puedan arrebatar, digan lo que digan,
lo diga quien lo diga.
Nadie, aquí todos estamos aprendiendo.
Nadie, te queremos.
--
(P.D.: Me acabo de dar cuenta de que si no contamos la
hache, que al fin y al cabo es muda, "haters" y "artes"
tienen las mismas letras. Qué cosas...).
Fotografía de Lobostudio Hamburg