¿Don Juan, Dios o mis entrañas?
¿Cuál es la excusa?
¿Con qué culpa me quedo? ¿Con qué miedo?
Pinto pinto… de oca en oca… de puente a puente…
Sí.
De siglo a siglo….
Y yo pregunto:
¿Quién matará a Don Juan?
¿Quién
osa?
¿Quién
se calza ovarios suficientes, además de
orgullo,
rencor,
inmadurez,
inmadurez,
desesperación,
edad
o puro instinto?
Ovarios he dicho, sí. Leísteis bien.
Porque a Don Juan sólo puede matarle una mujer.
Más digo: a Don
Juan han de matarle cada una y todas las mujeres.
Don Juan ha de morir a manos
de una mujer al menos una vez en su vida. En la de ella.
Pero y Don Juan… ¿Don Juan... qué culpa tiene?
¿Por qué ha de redimir su nombre toda la soledad del universo?
(¿La de cada universo que somos todas las mujeres?)
¿Por qué ha de cargar tanta miseria ajena?
Cría fama… y llámate Don
Juan…
Y
yo pregunto:
¿Qué hace Don Juan que no hagamos nosotras?
¿Qué, sino servirse del resto? Y dicho esto,
¿qué hace de distinto?
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- ¡Ah, la naturaleza!
- ¡Ah, pero no! No, que ahora todo ha cambiado. Y
somos feministas. Y que si la conciliación… y usted y “usteda”...
- Sí… Pero ¡ah, la naturaleza! ¡Y ovarios al poder! ¡Y toda
esa sangre que pide a gritos ser algo más que sangre solamente!
- Ya… pero y el libre albedrío, y simplemente la
palabra “libre” (que nunca hubo vocablo más obsceno. Ni tan siquiera “amor”, que es el siguiente).
- Pero ¡ah, la naturaleza!
- ¡Ah, pero no! Que tenemos pensamientos y
pensamos. Y tenemos conciencia y concienciamos. Y tenemos alma y así “almamos”. (Que “amar” es otra cosa, pero
a mí no me preguntes, y a Don Juan tampoco).
- ¡¡¡Que sí…!!! pero que ¡¡¡ah, la naturaleza!!!
- ¡Que ah, pero que no! Que ahora podemos elegir –dijeron al unísono en el mundo todas las
mujeres menos una- .
Que ahora podemos elegir. Pero la culpa… la
culpa es de Don Juan.
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