domingo, 30 de septiembre de 2012

El balcón



Detente
(insensato, tú)
que vienes hacia el centro de mi vientre
directo sin pensar,
y tanto igual te da si estoy ausente
o si dejo de estar.

Qué suerte,
que casi muerta, sí, pero aún latente
para mirarte mientras grito fuerte:

“vete,
que en esta casa ya no hay caridad”.

No me queda piedad ni compasión,
ni hago favores por lástima o por pena;
Ni para limosna tengo
y mucho menos
tiempo que perder abriendo puertas
a quien me toca el timbre para entrar.

Plantígrado animal,
detente, tú,
que subes a pie escaleras y
te crees llegado.
Ahórrate el sudor en adelante,
y avisa a los demás.

Que esta casa no entiende más de “gente”
ni de puertas;
Ya sólo atiendo visitas en el balcón,
con las ventanas abiertas
y el corazón aprendido
(dado por muerto
mas superviviente)
aleccionado a la fuerza,
a fuerza de tanto amor por accidente.

No serán muchos
(contados con los dedos)
los que lleguen.
Pero sabrán volar.

Abierto está el balcón,
y yo impaciente.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Antípodas


Si algo tienen las canciones de Marwan es que lo tienen todo; no hay una sola frase que deje indiferente (cuántas personas movemos afirmativamete la cabeza en sus conciertos todo el tiempo pensando "Qué verdad más grande, cuánta razón..." ;D


"¿Quién diablos sabe calcular bien la distancia que debemos mantener?", 
por ejemplo... a mí hasta me escuece...

Por eso, porque me he aprovechado de esta frase que pertenece a "Las cosas que no pude responder", porque me ha salido un final muy a lo "poema de Marwan", por lo grande que eres, porque no puedo engañarte aunque lo intente y por lo bonito que nos va a quedar ese "En pareja 2"...  este "Antípodas" va en tu honor. Verso en la boca.
:)


“¿Quién diablos sabe calcular bien la distancia que debemos mantener?” 
                                                                                                                Marwan

A mí no me mires.
Yo sólo pasaba por allí
cuando tú estabas
y me pareció buena idea
que estuvieras
y me quedé a mirarte
y a "verquépasa".

Después te fuiste
y te seguí.
Y te volviste a ir
y me quedé a esperarte
y te esperé.
Tuve mucho tiempo para inventarte
y me sobró,
y me reinventé yo,
dos o tres veces,
quizá cuatro,
o cinco…
o diez.

Viniste entonces, 
no tanto “aquí”, sino “ahí”
y te miré y te quise;
Ya te quería
(siempre te he querido)
pero te quise "ahí" siempre
y fue un error.


Cuando la distancia perfecta,
según Google,
te sitúa por Nueva Zelanda…
sigues estando,
muy a mi pesar,
en la puñetera puerta de mi casa.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Si alguna vez me muero



Si alguna vez me muero,
que me incineren.


Que cuelguen un “gueim ouver” en algún sitio
donde se me vaya a echar de menos un poquito;
lo justo que se recuerda;
lo poco que tarda un cuerpo en enfriarse.

Que me despidan alegremente
de lo que no me haya dado tiempo a despedirme:
de los árboles,
de los “buenos días, sol”,
de las nubes que forman dibujitos;
Del conserje de mi edificio y de mi casero,
del zapatero de abajo
y los camareros de enfrente.

Que no le den muchas explicaciones
a quien me las pidió en vida;
Los que quise,
saben por adelantado lo que tienen que saber.
No he de añadir más nada.

Si me muero alguna vez
no quiero tanatorios
(misas menos)
ni negras ropas ni pañuelos blancos:
cada cual que se sorba el moco donde quiera,
o que no se lo sorba,
a voluntad.

Si alguna vez me muriese
lo que más rabia me daría
sería no poder reírme
nunca más.

¡Cómo me gusta reírme
y cómo y cuánto me río!
¡Cómo me quedo de a gusto
y cómo suena y contagia,
y hace que más gente se ría
y se contagie!

Me va a dar rabia morirme
por perder la carcajada
nada más.

Siempre fui de carcajada libre;
puede que sea lo único libre que tengo
y que jamás tendré.
De todo lo demás soy más esclava:
de mi cuerpo que es regalo, de mi suerte,
de lo que pienso y de lo que sentí.
De esto último no fui libre nunca.
Pero de la risa sí.
Mi risa, siempre.

Me va a fastidiar un rato morirme
por no escucharla,
lo estoy viendo venir…

Si me muero alguna vez
(que no es seguro,
porque nada es cierto nunca hasta que pasa)
que me incineren he dicho
y que a nadie se le ocurra tocarme las cenizas…
que os conozco.

Nada os dejaré, me temo,
digno de sobrevivirme
salvo, quizás, esta risa, que,
si al final muero,
silenciaré.

Nadie pene, sin embargo, por tan absurdo motivo,
que no ha de significar que no me ría:
para cuando me vaya
nadie dude
que habré aprendido a reírme para dentro.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Cerca del cielo


Esto no es un Jirón a la carta pero casi...

Curioso cómo funciona la inspiración

(y la expiración también...)

;)



Piénsalo bien.

Esto no puede ser el cielo,
ni estar cerca.

Ni se parece a lo que imaginaste
hace tanto que ni te acuerdas ya.

No era así.

¿Hasta cuándo vas a seguir creyendo
que hay un lado bueno en alguna parte?
¿Por qué piensas 
que detrás de tanto sinsentido
habrá una razón que se lo dé
y hará que todo
(lo que ya no tienes, lo que ya no sientes, lo que ya no eres)
haya valido la pena?
¿Cuánto más quieres perderte?
¿Por qué tú?

Escucha tus respuestas:
te camelas
con justificaciones tan absurdas
que no perdonarías a nadie más que a ti.

Párate a pensar.
Intenta recordar cómo querías que fuera,
cómo soñabas que sería.

No era así, ¿verdad que no?
No es esto lo que tú quieres.
Lo que mereces tampoco,
aunque hayas dejado que pase el tiempo
y lo olvidaras.

Admítelo,
esto no es bueno,
ni está cerca de serlo
ni cambiará.

Arráncate de este lugar,
no esperes.

Nadie querría estar aquí
un solo segundo,
pudiendo estar en el cielo.

O cerca del cielo,
al menos.

O lo más lejos posible de este sitio.

martes, 11 de septiembre de 2012

Rosa de los vientos


Jirón a la carta (ha salido solo... parto rápido...)

Gracias Ulises!!!








Mi norte magnético no está en el norte,
ni en el centro de la Tierra;
Ni es el sol
ni aquello a lo que tú llamas “gravedad”.

Lo grave de lo que te digo
es que mi norte magnético es tu ombligo,
tus ojos, los que imantan mi voluntad
contra mis pies puestos en polvorosa
que no buscan otra cosa
más que un sur
en el que no esté tu cuerpo;

O cualquier otro punto cardinal
donde no llegue tu atracción fatal
ni me recuerdes,
callado,
por qué sigo aquí perdida,
barco varado,
intentando a tientas (y en vano) encontrarme
en este maldito mapa del revés.

Campos magnéticos cambiantes;
máxima intensidad
como constante.

Con la mirada escondida
tras de párpados pegados
por no verte
experimento la suerte de alejarme,
hasta alcanzar distancia suficiente
para que tu fuerza pierda
al fin
contra mi paz.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Pena de otra


Es escuchar acordes de Andrés Suárez y entrarme ganas de llorar.

Y llorar sin querer.
Y querer compartir una canción contigo en sueños.
Y soñar que entiendes lo que dice.


Es escuchar una canción que te recuerde y entrarme pena,
una pena enorme que ni es mía, ni es por ti.

Es la pena de una adolescente que de escuchar tantas veces
cree que se la dedicaste,
que se la escribiste y hasta
que eres tú quien se la canta
y se emociona, llorando
la crueldad de un amor imposible,
y te mira mientras dice “no insistas, no puede ser”,
aunque fueras tú quien la dejara.

Es esa pena,
absurda, loca, enfermiza,
que no se acaba nunca, desgraciada…

Esa clase de pena que tan lejos te queda
a ti,
que probablemente ni siquiera conozcas la canción,
ni te recuerde a mi cuerpo,
ni entiendas lo que dice,
ni tengas la más remota idea de quién es ese Andrés Suárez
que me brinda excusas para llorar por ti
con la pena de otra
aunque tú, que no eres tú,
nunca lo sepas
y yo jamás vaya a
reconocerlo.