sábado, 8 de septiembre de 2012

Pena de otra


Es escuchar acordes de Andrés Suárez y entrarme ganas de llorar.

Y llorar sin querer.
Y querer compartir una canción contigo en sueños.
Y soñar que entiendes lo que dice.


Es escuchar una canción que te recuerde y entrarme pena,
una pena enorme que ni es mía, ni es por ti.

Es la pena de una adolescente que de escuchar tantas veces
cree que se la dedicaste,
que se la escribiste y hasta
que eres tú quien se la canta
y se emociona, llorando
la crueldad de un amor imposible,
y te mira mientras dice “no insistas, no puede ser”,
aunque fueras tú quien la dejara.

Es esa pena,
absurda, loca, enfermiza,
que no se acaba nunca, desgraciada…

Esa clase de pena que tan lejos te queda
a ti,
que probablemente ni siquiera conozcas la canción,
ni te recuerde a mi cuerpo,
ni entiendas lo que dice,
ni tengas la más remota idea de quién es ese Andrés Suárez
que me brinda excusas para llorar por ti
con la pena de otra
aunque tú, que no eres tú,
nunca lo sepas
y yo jamás vaya a
reconocerlo.

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