Reconozco que en alguna ocasión he plegado el tiempo,
cogiendo con la presión justa las esquinas,
sacudiendo y buscando el doblez perfecto
para que se me hiciera más corto y llevadero algún momento.
Reconocería (me sonrío) haberlo hecho durante años
si sintiera el foco luminoso en mi entrecejo.
Y sin embargo…
Qué curioso es ver cómo cambia el cuento en un instante.
¡Un, dos, tres, escondite inglés!
Con unos pocos pasos de diferencia,
entre mirar y mirar hay un abismo.
No se me parece en nada el panorama.
Esta vez el tiempo se plegó solo, hasta tal punto
que he de forzar la vista incrédula
como Santo Tomás tocando llaga,
para ver que esa fui yo,
la que dijo, la que hizo, la que dejó buena cuenta de aquello.
“Disculpe, ¿le importaría rebobinar y dar “replay”?
Agradecida”.
Me miro (si es que soy o fui yo aquella) con nerviosismo excitante,
reproduciendo una y otra vez una cinta en la que salgo de prota.
Estudio los detalles (cual estudiante en pleno examen, sólo que muerta de risa)
con el ansia de encontrar la prueba del delito:
falsificación flagrante inconsentida.
No es posible… ¿cómo pude?
“Pause”. Voy a por pipas. Llamo a Selena: “¿Te puedes creer que…?”
Vaya, parece que todos han visto la peli menos yo.
Le doy de nuevo al play, y a carcajada limpia le hablo a mi gata:
"¿Qué te parece cómo salgo de ésta?”
“Mira, mira, ahora es cuando suelto lo de…”
¡Dios mío, esto es la bomba!
Veo a un clon de mí al que no reconozco, viviendo cosas que no recuerdo, con una intensidad de dolor y euforia que ahora percibo como someras, superficiales.
Me divierte. Como en un juego de mesa con piezas parlantes animadas en las que todas creen que ganan hasta que cierro la tapa de cartón. Ya me aburrieron.
Lo que ya viví se me ha olvidado; lo que merece la pena lo sigo viviendo.
Miro hacia atrás y me río (lo que tuve que perdonarme lo hice hace mucho);
miro adelante y me estremezco curiosa, como una niña empollona en cole nuevo.
Esto es la vida: moverse.
Que el tiempo se pliega solo, sin darnos cuenta.
No es que se cierre una puerta;
es que si miras hacia atrás puedes ver
cómo se repliegan hacia ti los baldosines,
unos con otros sobre sus juntas,
acercándose a tus talones a ritmo vertiginoso,
cambiando el paisaje del ayer, que ahora se encoge.
Desafortunado el que se pare.
Me parece fabuloso que el mundo (o mi cabeza) se reinvente de esta forma.
Es apasionante, estimulante, emocionante romper las dimensiones,
hacer del tiempo chicle y sobre todo,
no saber cómo veremos mañana el día de hoy, ni pasado el de mañana.
Es la aventura perfecta, o a mí así me lo parece.
¿Aún te queda alguna duda? Déjame que te sorprenda.
Coge aire y prepárate para no ver lo que te esperas.
¡Un, dos, tres, escondite inglés!
Abre los ojos…