Quiero
aprender de ti,
de tus
envites,
de tu no-corazón,
de tu
no-pena,
de tu
definición de amor,
de tus
insomnios,
de tu falta
de piedad,
de tu
bravura.
Quiero
aprender de tus antecedentes,
de tu niño
triste,
de tu
estoica sombra,
de lo que el
espejo te devuelve,
de tu saco
roto,
de tu
presunción de culpabilidad.
Quiero
aprender del látigo en tus ojos,
de las espinas
que crecen en tus dedos,
de tu
espalda-pared,
de tu silencio,
que nunca es otra cosa que silencio;
aprender de las siete veces siete diferencias
entre tú y quien eres,
del hambre insaciable
que habita en tus colmillos,
de las victorias
que empatan con tus guerras,
de por qué
sigues haciendo que sonríes.
Quiero
aprender de todo lo que aplaudes,
de tu
carnaval en soledad,
de tu bandera
de calavera blanca sobre fondo blanco,
de tu
pesadilla recurrente;
saber qué
piensas si miras las estrellas,
si crees en
algún dios,
si, por
error, dijiste una verdad alguna vez,
si hubo alguien capaz de darse cuenta,
si se te
pasa, siquiera fugazmente, por la cabeza
que este terrible poema, habla de ti.
Haría lo que
fuera por saber
con qué
soñabas
cuando aún pensabas que todo era posible,
dónde te
cabe todo ese vacío,
cómo empezó
la gota que ahora te inunda,
de qué te
acusaba el monstruo desde el armario,
qué respondías tú;
saber a
quién llamaste cuando murió tu abuelo,
la historia
de tu capa,
si guardas
aquella foto, dónde,
qué no le
cuentas a nadie,
contra quién
te desnudas y te vuelves frágil,
cuándo
lloraste por última vez.
Entender, en
resumidas cuentas,
qué te hizo,
qué cosa te
hizo así,
en qué
momento exacto rompiste a ser quien eres,
por qué diablos
dejaste que pasara.
Saber si tú también
te lo preguntas,
qué habrías
hecho, de poder cambiarlo.
Quiero
aprender de ti cómo ser tú
para no
serlo nunca.
Que no
pudiera salvarte no significa
que no esté
a tiempo de salvarme yo.
Fotografía de Simson Petrol