Adoro este Madriz con zeta, "apazionado".
Experto en escupir verdades a la cara en los espejos y hacer la vista gorda cuando me disfrazo para perderle la pista a esta sombra cansina que me persigue por doquier.
Caminar como un turista cada vez que paseo tus aceras, con la boca abierta y las ganas de grabar en mi retina tus rincones.
Nunca me importó que un atasco me abrazara en tu Gran Vía si suena en mi coche una canción de cantautor y descubro una gárgola nueva, un olvidado balcón de forja centenaria, una muchedumbre multicolor que arrastra su prisa a contratiempo interpretando personajes al azar, porque Madrid te deja ser lo que quieras cada día.
Me emocionan como si fueran mías las nuevas iniciativas de empresarios valientes que bautizan sus negocios sobre los adoquines de la capital: pequeñas tiendas de moda arriesgada, cafeterías con encanto y jazz de fondo, librerías que huelen a ayer y a soledad, escenarios en los que se regalan oportunidades y se envuelven los sueños en papel celofán.
Donde todo cabe, donde todos caben, cabemos. Donde todo se perdona si has sido capaz de aprender algo. Donde siempre aparece un chino de la nada vendiendo paraguas cuando te llueven las penas mezcladas con granizo.
Me gustan los rincones nuevos y los de siempre de este Madrid que hoy te aplaude, te silba y te corea, y mañana te repudia "¿quién te has creído que eres?".
Te quiero, Madrid, con tus plazas esquinadas, tu asfalto levantado y andamios esqueléticos, con tus mendigos licenciados ("¿Por qué me ignoras? Ayúdame") a los que aún les queda hueco en sus bolsillos descosidos para la risa ("Limosna para cerveza. Limosna para marihuana").
Te elijo, Madrid, con tus "noes" mayúsculos y tus "síes" susurrados.
Te siento y me emociono porque te descubro nuevo cada día.
Te agradezco que me acunes cada noche, que me enloquezcas y me calmes.
Te adoro (y te adoraré siempre), porque nací dentro de ti y no quiero morir en otro sitio, mi querido Madriz con zeta, "apazionado".
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