domingo, 31 de enero de 2010

Tu (mi) almohada



Miro absorta tu (mi) almohada.

Es magia, concluyo, después de unos minutos de sólo mirarla, quieta.

Es mágica la forma en que no estás, pero te siento.
Mis ojos recorren la habitación de lado a lado, con sólo un lento movimiento de cabeza. Nada.

"Puede que debajo de la cama", y en un impulso violento me lanzo boca abajo al borde del colchón y abro los ojos y la boca, como un niño en día de Reyes.

Definitivamente no pareces estar aquí conmigo. No puedo verte ni tocarte, pero estás, sin duda alguna. No hay más que preguntárselo a la almohada.

Ahora tengo que pensar qué hacer con ella, ya sin prisa. Me pongo cómoda, apoyada sobre el codo y le doy vueltas. Caigo en la cuenta, al ratito de mirarla: nunca antes le presté tanta atención, ni a sus pliegues, sus arrugas, sus pespuntes...

Me decido. Intentando no hacer ruido me coloco frente a ella, (mi nariz, aunque está cerca, no la toca) y te aspiro lentamente.

Tu corriente recorre mis pulmones y me calma. Quiero más. Vuelvo a aspirarte.

Te respiro tan profundo que cuando llegas al fondo, algo me duele (donde dejo de ser yo... donde ya no queda más que dar la vuelta...)

Entonces me sumerjo poco a poco en tu (mi) almohada. Con los ojos cerrados te recreo. Ya me niego a respirarte, para que no te agotes y te vayas, para no re-descubrir que la magia no existe.

Cuando me quedo sin aire me volteo, me tumbo mirando al techo y me sonrío.

Qué bien hice en no querer saber quién eres...

Prefiero recrearte, olerte sólo, y no saber a quién echo de menos.
Prefiero respirarte en tu (mi) almohada y no tener manera de encontrarte.

1 comentario:

  1. magia no es la almohada...es el poema! jeje, me ha traido muchos y muy especiales recuerdos

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