Muto.
Me transformo por momentos y lo noto.
Muda mi piel justo cuando ya estaba acostumbrada,
se desprende, reniega, se autoinmola…
Niega mi piel su identidad y sale huyendo
por no sentirse parte de este cuerpo.
Sale huyendo mi cuerpo
por no sentirse parte de este mundo.
Muto a ritmo vertiginoso
hasta el punto de no reconocerme.
Me deshago de todo lo que sé, lo poco,
y tiro por el camino lo que tengo
hasta quedar desnuda, resignada,
pero ávida de experimentar ahí fuera
la vida que me espera con apremio.
Llego tarde.
Muto.
Ahogada aún en meconio,
vuelvo a nacer.
Y tú ¿qué miras?
Quizá la entrada “Mudar la piel” sea, aunque no la más comentada, sí de las más visitadas de mi blog. Supongo que es fruto de la inquietud que todos sentimos por las mudanzas, por los cambios, por las transformaciones, sean deseados o desgarradores, sean celebrados o sufridos. Pero somos animales en constante tránsito, y reconocerlo es intuir en las mudanzas de piel la posibilidad del renacimiento, por más dolor que éstas nos causen.
ResponderEliminarGracias por tu visita y un saludo