A veces pasa. No
suele avisar.
Cuando menos
te lo esperas, te enamoras.
Te despiertas
y ahí estás.
Delante de la ruleta, con toda la gente atenta a lo que decidas,
y una voz que
dice firme: “su turno”.
Y te la
juegas.
Y te lo juegas
todo.
Todo al rojo,
Todo al rojo,
(que es el color de
la pasión, y tal...
un poco porque
el negro da como mal fario).
Y no recuerdas desde cuándo tiemblas, o suspiras,
ni desde cuándo
tienes esa sonrisa tonta,
que a más de uno le habría gustado borrar.
Pero ahí
estás. Ya lo has dicho.
No puedes
salir corriendo, ni desdecirte.
No. No va contigo.
Y lo peor es
que ni siquiera de lejos te arrepientes.
Dentro de ti
una voz
(que ahogarías
de saber de dónde viene)
se descojona y grita “¡Verás qué golpe…!”
y tú tragas saliva.
Luego piensas
en su cara
y ella vuelve,
(la sonrisa más estúpida del mundo),
y con ella por montera le
respondes:
“Cierra la
boca, imbécil. Vivir es esto.”