No entiendes nada.
Si no te haces a la idea de lo que se deja alguien cuando
sube a un escenario, no entiendes nada.
Si no te das cuenta de cómo se desnuda, se confiesa, se endeuda, se enfrenta
a sus miedos y sus inseguridades y se regala a ti, no entiendes nada.
Si crees que un sitio en el que se esté ofreciendo un
espectáculo en directo es el lugar ideal para enseñarle a tu colega tu último
selfie, la foto de la nueva pareja de tu ex, o contar el chiste que has oído
esta mañana en la radio, no entiendes nada.
Si no eres capaz de reconocer y valorar a alguien luchando
por perseguir su sueño (puedes buscar “sueño” en el DRAE, si no te acuerdas),
no entiendes nada.
Si no te interesa porque no eres el “prota”, no entiendes nada.
Esperas que tus amigos te acompañen en tus dos (quizá tres)
bodas y sendos bautizos. Pero puede que los artistas no se casen, y no tengan
hijos. Para ellos, lo más parecido a su propia boda y bautizo de sus criaturas,
son las presentaciones de sus obras. Si no estás allí, no entiendes nada.
Si la lluvia te impide vivir la vida, no entiendes nada.
Si lo que tienes que hacer mañana no te deja disfrutar el
hoy, no entiendes nada.
Si crees que la economía, la política, tu lista de la compra o
la rutina de piloto automático están más cerca que el arte de salvar el mundo…
Definitivamente no estás entendiendo ni un carajo.
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