martes, 29 de noviembre de 2011

Pinto, pinto, gorgorito...

“Pinto, pinto, gorgorito…
¿Dónde pongo este puntito?”

Y después de pensar mucho, decidí:

Lo coloqué entre tu cuerpo y el mío, justo al quedarte dormido en mi cama del revés.
A un lado tú, y al otro… todo lo demás y yo.

En ese preciso instante lo ubiqué, como mejor final de todos los posibles.

Antes de que despertaras, justo antes de que empezara la mitosis de los cuerpos, me vestí sin hacer ruido en mi cabeza y escapé sin despedirme por el balcón de mi cuarto para que no me siguieras, tú que no sabes volar…

En ese momento exacto, a reloj parado; antes de que se vaciaran las caricias, antes de los mensajes amables y aquella imagen perfecta, que es la historia completa y el resumen, a la vez.

Antes de que fueras a por tabaco (o en tu caso, a por valor) y no volvieras, me perdiste.

Ahí te dejaste las ganas de cuidar, junto a mis manos y las miradas que atraviesan paredes, entre mi ingenua generosidad y tu “no me importas nada”.

Después no hay más. Nada más. Nunca.

“Pinto, pinto, gorgorito…
¿Dónde pongo este puntito?”

Con pulso y mucho cuidado, entre índice y pulgar, sostuve el punto final…
y lo clavé.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Submarina


No sé si espero tu carta, aquella que debiste meter bien arrugada en la última botella de ron, y se quedó enganchada entre corales, submarina.

No sé si espero una disculpa o al menos una explicación, de ésas que siempre te inventas, en las que se tropiezan torpemente los planetas y al final la gravedad es la que tiene toda la culpa de lo nuestro. Yo asiento, mastico y trago.
Qué más me da que me mientas otra vez…

No sé si espero que te ruborices al mirarme, de vergüenza, o que te escondas y no encuentres quién te cubra, porque yo soy el espejo que te escupe a la cara lo que nunca fuiste, ni estás siendo.

No sé si espero que recuerdes que una vez, que se hizo larga, te esperé.

En realidad sí lo sé, y no lo espero.

Nunca he esperado (ahora tampoco) que lo entiendas.

Sólo espero poder disimular la pena que te tengo, quién me lo iba a decir,
por saberte tan lejos y tan pobre.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Decir adiós


Me resulta más que fácil escribir, he de admitirlo. Las palabras se agolpan en mi cabeza pero mis dedos las ordenan sin esfuerzo, como si sólo me hubieran crecido para eso.

Pero pronunciar algunas, es distinto. Las palabras se agolpan en mi cabeza, sí, pero mi lengua no es capaz de colocarlas en fila, porque ésta sólo me creció para besar.

Y aunque mi cuello nació para poder buscar la luna, a veces se despista y se me gira (como el imán de la vaca Francis con el que jugaba de pequeña en casa de mis abuelos), y me sorprendo mirando a lo que fue, observando las huellas que se pierden, los pasos que doy (que son todos y cada uno) y las formas silueteadas, difusas, de aquellos que dejé atrás; las historias que decidí que no se repitieran.

Decir adiós, pronunciar las cinco letras, nunca me resulta fácil. Me cuesta, me deja un sabor desagradable, como la nata en la boca justo en el último sorbo del café.

Pero se aprende.

No hagáis caso de mis gestos si me sorprendéis en una despedida. Quitadle importancia a las lágrimas, si es que las hay, o a mi mirada perdida llena de preguntas, porque las dejaré allí, sin respuestas, olvidadas. Obviad que tiemblo, o que mi mano busca una cara aún con ternura.

Creedme, nada más, si es que algún día me escucháis un “se acabó”, y quedaos plantados donde os pille, tierra, cemento, hierba, para que al menos pueda recordaros si a lo largo del camino, mi cuello vuelve a girarse alguna vez…


Fotografía de Pollobarba http://www.pollobarba.com

jueves, 17 de noviembre de 2011

Finales


Los finales siempre acaban en septiembre.
Se examinan en repesca,
salvados por la campana.

Hay finales suspensos, suspendidos,
que se presentan una y otra vez,
re(tri)pitiendo,
y otros que aprueban con nota.

Los mejores "finalistas" sólo aspiran a notable,
porque cuando un final es sobresaliente,
simplemente, no es final.

Matemática pura del sentimiento:
los finales perfectos son imposibles.

(Yo, que estoy acostumbrada a las matrículas de honor,
esta vez me pienso dar por satisfecha.
Me he ganado a pulso estas vacaciones
).


jueves, 3 de noviembre de 2011

El sexto sentido


Hubo un tiempo en el que disfrutabas de cuidarme
y mi sonrisa te procuraba paz
(esa clase de paz que hace mucho ruido,
porque lo mueve todo por dentro
y descoloca),
y me mirabas…

como se mira a un ejemplar de una especie ya extinguida
que de repente aparece en tu salón
y se acomoda en el sofá como si nada.

Hubo un tiempo en que tus manos
eran lo contrario al silencio,
y tu boca aprendió en la mía
cómo se besa un imposible.

Yo nunca me sentí más en casa que en tu abrazo
aunque estábamos siempre en tierra de nadie
como dos forajidos huyendo a toda prisa
a pesar de no haber hecho nada malo.

Tus ojos siempre ganaron la partida,
y a mí me tocaba hacer de digna perdedora y recompensarte,
dejando que me quitaras la ropa
como nadie supo hacerlo nunca más.

Hubo un tiempo (media estación, para ser exactos)
en que compartimos un vagón sin dirección
pero con mucho sentido. En total cinco.
El sexto no llegó a aparecer nunca.

Debe andar buscando en el baúl de los finales
uno que esté a la altura de nuestro orgullo
y por eso tarda.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Con un poco de suerte


Hoy voy a lanzar de espaldas mi moneda en esta fuente
y esta vez pienso gritar fuerte el deseo
para que se lo lleve el viento hasta la China.

Arrojaré al primer río que encuentre
aquella llave que nunca supe qué abría.
Quizás al que la encuentre le sirva más que a mí.

A la gitana del romero
le abriré cuando la vea mi camisa
para que lea en mi pecho y no en mi mano,
a ver si acierta.

Voy a comprar un cupón que termine en infinito
y sólo van a dar buenas noticias en la radio.


Sonreirá un sol amarillo en el mapa del tiempo del planeta
y la Osa Mayor me guiñará un ojo desde el cielo
(yo le agitaré la mano, con nostalgia).

Habrá tráfico fluido en las ciudades
y falso aviso de bomba en los colegios
para que todos los niños tengan un recreo más largo.

Ha de ser.

Hoy, con un poco de suerte, te me olvidas.

martes, 1 de noviembre de 2011

Quédate


Quédate,
que yo te abrigo el miedo hasta que salgan chispas en tus dudas.

Quédate hasta que llegue mañana, que se fía;
que nos sorprenda el futuro en esta cama haciendo nudo
en este “ahora” que le quita el brillo a todo lo demás.

Quédate amor, quédate, que aún queda sopa.

Quédate a vivir conmigo entre corchetes,
que yo ya te hice sitio en mis pestañas.

Quédate a mi lado, si no tienes planes.
Si te quedas, prometo mirarte siempre a quemarropa.

Quédate y salvemos lo que queda.
Quédate conmigo y te sujeto.

Rindámonos juntos a la de tres:
Un… dos… silencio…

No hay tres sin dos, y aquí solamente hay uno,
así que mejor me rindo yo primero.

Nada puedo pedirte. No es mi turno.
Sólo me está permitido mirarte a quemarropa de soslayo
y escribir en tu espalda sin que te enteres.

Una vez tú me dijiste “No te vayas”.

Ahora soy yo la que quiere que te quedes.


"Quédate en Youtube"