martes, 4 de octubre de 2016

Invencibles

Con los años he aprendido que el amor no es una guerra, ni una sola batalla, por inofensiva que parezca; que el amor no es un juego que uno gana para que otro pierda.

Con los años he aprendido que algunas veces malgastamos nuestro tiempo en desconocernos a la perfección, atreviéndonos sólo a compartir nuestro lado oscuro mientras nos reservamos toda la generosidad de la que somos capaces, todo lo bueno, lo vivo, lo que brilla.

Con los años he aprendido que las personas que se quieren bien hacen equipo, que miran juntas la vida desde un espacio común de intimidad compartida, de complicidad, respeto y confianza, donde ninguno necesita defenderse porque el de enfrente no es el enemigo, donde se gana más dando que robando, donde el otro te importa con la misma compasión con la que te importas tú. Un lugar seguro en el que, juntos, se saben invencibles.

Con los años he aprendido que no todos somos siempre capaces de entenderlo ni de sentirlo así, que algunas veces nuestras heridas y barros nos impiden rendirnos, abrirnos en un abrazo desinteresado que no sea moneda de cambio, punto directo al marcador.

Con los años he aprendido que nunca se deja de aprender, que todos estamos en lo mismo, en el mismo camino, en el de aprender a amar bonito y a dejarse amar de igual manera; a perder el miedo, enterrar el sarcasmo, la ironía, dejar de planear los siguientes movimientos, tirar los dados pero a la basura, no al tablero. Dejar el pulso y aprovechar la postura para acariciarse las manos mirándose a los ojos.

Con los años he aprendido y aún sigo aprendiendo a perdonar y perdonarme, a aceptar, a entender que en realidad nunca fallamos, que nos equivocamos porque tuvimos que hacerlo, que estar en paz es saber que no tienes nada que perder cuando amas tan de verdad que lo que te hace feliz es regalar, que lo que das es limpio cuando te nace de dentro, por encima de toda razón e incluso contra tu propia voluntad.

Y esto que he aprendido todos estos años es lo que quisiera compartir contigo, lo único que está en mi mano, en ésta que ahora te tiendo palma arriba, la misma en la que he escrito, desde la punta de mis dedos hasta mi pecho, una fiesta de letras que silban “Ven, da el paso. Ríndete y ven. Hoy, dentro de diez años o en la próxima vida. Da igual, no hay prisa. Ven cuando te decidas o te sientas libre. Deja que te enseñe de qué hablo desde el país de la bandera blanca. Cuando llegue tu momento, simplemente ven con todo lo bueno, lo vivo y lo que brilla. Aunque no te quedes porque no es tu sitio, (eso no importa), pasa por mi casa".

Sé que sólo es cuestión de tiempo. Algún día lo vamos a entender.





Fotografía de Alex Wong

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