Con los años he aprendido que el amor no es una guerra, ni
una sola batalla, por inofensiva que parezca; que el amor no es un juego que uno
gana para que otro pierda.
Con los años he aprendido que algunas veces malgastamos
nuestro tiempo en desconocernos a la perfección, atreviéndonos sólo a
compartir nuestro lado oscuro mientras nos reservamos toda la generosidad de
la que somos capaces, todo lo bueno, lo vivo, lo que brilla.
Con los años he aprendido que las personas que se quieren bien
hacen equipo, que miran juntas la vida desde un espacio común de intimidad
compartida, de complicidad, respeto y confianza, donde ninguno necesita
defenderse porque el de enfrente no es el enemigo, donde se gana más dando que robando,
donde el otro te importa con la misma compasión con la que te importas tú. Un lugar
seguro en el que, juntos, se saben invencibles.
Con los años he aprendido que no todos somos siempre capaces
de entenderlo ni de sentirlo así, que algunas veces nuestras heridas y
barros nos impiden rendirnos, abrirnos en un abrazo desinteresado que no sea
moneda de cambio, punto directo al marcador.
Con los años he aprendido que nunca se deja de aprender, que todos estamos en lo mismo,
en el mismo camino, en el de aprender a amar bonito y a dejarse amar de igual
manera; a perder el miedo, enterrar el sarcasmo, la ironía, dejar de planear los
siguientes movimientos, tirar los dados pero a la basura, no al tablero.
Dejar el pulso y aprovechar la postura para acariciarse las manos mirándose a los ojos.
Con los años he aprendido y aún sigo aprendiendo a perdonar
y perdonarme, a aceptar, a entender que en realidad nunca
fallamos, que nos equivocamos porque tuvimos que hacerlo, que estar en paz es
saber que no tienes nada que perder cuando amas tan de verdad que lo que te
hace feliz es regalar, que lo que das es limpio cuando te nace de dentro, por
encima de toda razón e incluso contra tu propia voluntad.
Y esto que he aprendido todos estos años es lo que quisiera compartir contigo, lo
único que está en mi mano, en ésta que ahora te tiendo palma arriba, la
misma en la que he escrito, desde la punta de mis dedos hasta mi pecho, una fiesta
de letras que silban “Ven, da el paso. Ríndete y ven. Hoy, dentro de
diez años o en la próxima vida. Da igual, no hay prisa. Ven cuando te decidas o te sientas libre.
Deja que te enseñe de qué hablo desde el país de la bandera blanca. Cuando
llegue tu momento, simplemente ven con todo lo bueno, lo vivo y lo que brilla. Aunque no te quedes porque no es tu sitio, (eso no importa), pasa por mi casa".
Sé que sólo es cuestión de tiempo. Algún día lo vamos a entender.
Qué bonito, Misstake!! Un besado
ResponderEliminarGracias grandullón!! Miss you!! :*
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