Cinco segundos.
En cinco segundos te encuentro, te miro, te sonrío; te pido
perdón por el retraso y te abrazo, desordenando el pasado, poniendo en duda
todos los recuerdos y el contador a dos.
Una pequeña eternidad.
En una eternidad muy pequeñita nos montamos en una burbuja,
y yo la cierro por dentro con llave, cuando tú no miras. Y así, flotando, nos
movemos por el mundo, haciéndonos sitio entre la gente, en las plazas, las
barras de los bares, contando los roces casuales y el tiempo que pasa hasta el
siguiente.
Así. Tan solos. Tan medianamente cerca, tan nuestramente a
medias, tan míamente nuestro, tan nosotros. Tan de nadie ninguno de los dos. Como
dos súper héroes controlando sus poderes para que nadie salga herido, por una
vez.
Cinco segundos.
Esos cinco segundos en los que no hablamos y en los que cupo
todo el universo, las cosas que nunca nos dijimos, que nos salieron entonces
por los ojos. Cinco segundos en los que sí que fuimos. Nosotros. Libres. De
verdad.
Una pequeña eternidad.
Y Madrid. Y una burbuja invisible que nos protegía del
resto, que nos escondía del destino para que no nos castigara por no estar donde
dijo que nos correspondía.
A la mierda el destino.
Fue nuestra merecida
pequeña
eternidad.
O la mía.
O tampoco.
Sólo he tardado en volver a dudarnos
cinco segundos.
Fotografía de Noah Silliman
No hay comentarios:
Publicar un comentario