Somos pura oquedad.
Colador por donde ver salir la buena suerte,
pepitas de oro atravesando sin dificultad la criba.
Triste inventario de agujeros por los que escapa
todo lo que no sabemos retener.
Somos huecos gigantes,
huecos andantes sin rumbo,
apenas derrochando en otros huecos
que no se han aprendido.
Somos la insensatez erguida en brecha,
los pasos hacia el bache,
los ojos hechos pozo,
la boca abierta en fosa interminable.
Puerta de sólo salida, el corazón.
Somos la herida abierta,
el ojal sin botón que se le pose,
el roto sin coser,
sinfín de cavidades infinitas
a merced del frío.
Dónde podría siquiera el amor posarse,
quedarse, acaso…
Dónde plantar su semilla,
en qué no-suelo.
Cómo avenirse a vivir entre tanto vano
pulido dejadamente por el tiempo…
Fotografía de Vladimir Kramer
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