Me voy,
y no por donde he venido, precisamente.
No debí hacerte caso,
más me habría valido
haberme ido
tiempo atrás.
Mil años antes, incluso,
de que me pidieras que no me fuera,
aunque marcharme al llegar
habría sido lo más inteligente.
“Huyo tan despacio que parece que me quedo”
y me quedaba.
Pero ya sí, me marcho, así, sin pena,
con un algo vacío
desprovisto de todo tipo de emoción
(sensación rara, no tener ninguna sensación)
y esta vez nada se apaga: me ilumino.
Y no me doy la vuelta ni me despido,
ni te mandaré cartas
ni echaré de menos escribirlas.
Me voy sin llevarme nada,
porque no te guardo nada de valor.
No te guardo nada.
No te guardo.
Me voy,
y no por donde he venido, precisamente.
No por ese calvario de agonías y penas,
de letras tristes y sueños de princesa destronada,
de ojos rotos buscándote en cada calle
y de tiempo perdido en balde buscando la manera
o las respuestas
que estuvieron siempre ahí.
Elegiré cualquier otro camino
donde la hierba no haya muerto aún
y dejaré el cadáver del recuerdo
en las arenas movedizas de esta historia,
para que se lo trague, junto a ti.
Me marcho.
Ya me estoy yendo
(y piso fuerte).
Me marcho.
Ya me estoy yendo.
Ya me fui.
"Diluida en lo cotidiano
ResponderEliminarhuyo tan despacio
que parece que me quedo".
Miriam Reyes "Bella durmiente".