Nunca hablo de ti con ellos
por tres razones:
Porque tendría que inventar palabras nuevas
y aun así seguirían sin entenderme.
Porque ellos no verían las hadas,
ni los dragones,
ni escucharían siquiera una sola nota
del concierto de violines.
Y por encima de todo,
y sobre tanto,
porque me niego a que me descosan los ojos
a golpe de verdades de las que matan
y me arranquen a tiras esta locura
con la que me siento en paz y me conformo.
Son las mismas tres razones
por las que tampoco hablo de ti
nunca
contigo.
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