Me gustas malamente.
Me gustas con gustar adolescente,
conjurando al destino
para que de una vez por todas nos estampe
nariz contra nariz.
Me gustas con el cien por cien de mis hormonas
y mi más imprudente imaginación,
con mil conversaciones inventadas
y hasta unas vacaciones.
Me gustas antes y después de debatirme
entre mirarte o quitarte la mirada,
entre si será mejor buscarte
o que me busques,
entre “se me va a notar”
y “what the fuck”.
Me vas a gustar aún más cuando me mires.
Me va a gustar mirarte y sonreírte
cuando rompa tus esquemas y te escuches
pidiéndome una segunda cita.
O la primera.
Y cuando se me calme el pulso,
se aclare mi mente
y deje de rimar tan tonta, bobamente,
me va a gustar recordar (y recordarte)
cómo empezó este gusto por gustarme
cuando por desconocerte,
no me quedó más remedio
que inventarte.
Fotografía de Brooke Cagle
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