Mis pies.
Mis pies y el mar.
El tipo de los tatus enseñando a andar a su bebé en la orilla.
La niña quieta que mira las olas con respeto y se lo piensa.
El de los manguitos.
El castillo que todo el que mira se muere por pisar.
La señora mayor con gafas y sombrero, totalmente vestida pero descalza,
con bastón y paraguas por sombrilla.
El niño que usa un cazamariposas para atrapar renacuajos y el hombre que
remueve la arena en busca de tellinas.
Mis pies.
Mis pies y el mar.
Mis pies, caminando con prisa, como siempre camino, como si tuviera que
huir de no sé qué.
La botella de plástico que flota. Mis maldiciones.
La abuela que se ha pintado los ojos para bajar a la playa. O quizá se
los pintó un día y no se desmaquilló nunca.
La melena que le crece al musgo sobre la roca.
La nevera en la que se reproducen picotas y ciruelas de todos los
colores.
La sombrilla que vuela.
Todas las embarazadas del mundo, que han venido a parar a la misma playa.
El señor que se mete en el agua con la gorra puesta.
El chico que hay debajo de los tres kilos de crema que le ha puesto alguien que le quiere mucho, y la madurita que hay debajo de ese pellejo quemado que le sirve
para resaltar los ojos y los dientes, y que así olvides mirarle el corazón.
Mis pies.
Mis pies y el mar.
Mis pies, caminando con prisa,
como siempre camino, como si estuviera buscando no sé qué.
Los de las palas. Y los del voleibol.
La anciana que te mira y piensa “algún día tú también serás esto”.
Las olas, a las que nada para, porque les da igual todo.
Los africanos vendiendo vestidos y una gitana salada demostrando las
mil y una maneras de colocarse el pareo que “casi regala”.
La bandera verde, que nunca es para mí.
La concha blanca que pide a gritos sumarse a mi colección de conchas blancas.
La concha blanca que pide a gritos sumarse a mi colección de conchas blancas.
“La Toñi” llamando a gritos “al Joshua”.
Los socorristas con el “comosellame” naranjita, sabiéndose diana de
todas las miradas: decepcionadas unas, encendidas otras (al fin y al cabo, el “comosellame”
naranjita no deja de ser un uniforme…).
El padre de familia que se esfuerza por hinchar la colchoneta sin perder la dignidad en el intento.
El padre de familia que se esfuerza por hinchar la colchoneta sin perder la dignidad en el intento.
La pelotita.
Mis pies.
Mis pies y el mar.
Mis pies cruzándose con miles de otros pies menos veloces.
La boya que baila al son del oleaje.
Una toalla en medio de la nada. El que llega y se pone justo delante. El que llega y se pone justo detrás. El que se coloca justo a un lado y el que al otro. Kilómetros de playa vacía alrededor.
Tío y sobrino guerreando con pistolas de agua.
Las cicatrices, las estrías, la carne, las vergüenzas. Lo que es.
La avioneta que arrastra la lona publicitaria (cuando lanzaba balones,
el mundo era un sitio más amable).
El que se entierra.
La que se exhibe.
El cubo, el rastrillo y la bendita regadera.
La libélula que viene y va.
La medusa en la orilla que ya ni va ni viene, que ya no nada.
Mis pies.
Mis pies y el mar.
La falta que no hace,
las ganas que no tengo de explicarles por qué camino siempre tan
deprisa.
Mis pies sin tus pies y el mar.
Cómo podría yo no apresurarme…
Fotografía de Misstake
Qué bonito, amiga linda!
ResponderEliminarSí, sí, sí,... sí que sabes no apresurarlos... :)
LoveYou!
Bella!! Love you infinito!! :*
EliminarSublime...simplemente sublime
ResponderEliminarsaludos desde Monterrey N.L. México
Me alegro de que te guste, Edmundo! Qué felicidad saludaros siempre!! Un abrazo :)
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