Paula fue dibujada con mucho amor. Se hizo esperar, como los
grandes acontecimientos. Le teníamos
guardado el sitio desde hacía años, y cuando al fin llegó le aplaudimos mucho.
guardado el sitio desde hacía años, y cuando al fin llegó le aplaudimos mucho.
Paula tiene dos ojos llenos de preguntas y de ganas, dos
orejas que confirman a papá, una boquita fina y una nariz que aún no apunta
maneras.
Paula tiene todos los deditos en las manos y en los pies, y
todas las entrañas que han de venir de serie. Está enterita, no le falta nada.
Paula tiene por norma que la vida le sorprenda. Se
deja alucinar por al menos setenta y dos cosas distintas cada día.
Paula sabe confiar y no tiene miedo. Paula no se plantea si sabe
amar. Ella ama hasta el infinito y volver, y cuando no puede más cae rendida (entonces se
mete el pulgar en la boca, igual que hacía su tía, y se entrega al sueño).
A Paula ni se le pasa por la cabeza que su cuerpo pueda no
ser perfecto, que un cuerpo cualquiera no pueda serlo.
Los amigos de Paula no son bajitos, gafotas, negritos o rumanas.
Sus amigos son Alberto, María, Freddy y Natasha, y ella hace lo que esté en su mano para que estén bien, por eso todos se
la rifan en el baile del colegio.
Paula llegó detrás de Adrián y en cada ocasión le hace saber
que él es importante.
Paula tiene un hámster al que puso de nombre “Bolita de pelo”,
y una Barriguita heredada a la que le puso el nombre de Lola, aunque dice que no conoce a nadie que se llame así. (Algún día le contaremos que Lola fue su bisabuela, la madre de mi madre, la que cuida de esta familia desde el otro lado).
Paula le acerca la muleta al abuelo cuando cree que va a necesitarla,
y reparte su postre-premio de chocolate con el resto, porque así le sabe todavía
más rico.
La gran mayoría de nosotros (lamentablemente, todos no) hemos
sido Paula, ¿lo recuerdas?
¿Te acuerdas de cuando decías lo que te gustaba y lo que no?
¿Cuando abrazabas porque sí? ¿Cuando tenías ganas de jugar, de reír, de
descubrir? ¿Cuando aprender no dolía?
Si tú tuviste la suerte de ser Paula, jugaste con renacuajos
y lagartijas; te tiró una ola y aprendiste que no podías controlarlo todo; te
picó una araña o una avispa y te enseñó que no todo tiene explicación ni es
justo; te caíste de la bici y supiste de tu fragilidad.
¿Te acuerdas de cuando no sabías que tenías tanta suerte?
¿Recuerdas lo que eres debajo de todos esos años?
Si estás apretando los labios es que sí, que lo recuerdas,
que tú también tuviste la suerte de ser Paula una vez. Hace mucho tiempo. Todo
el que nos sobra. Y eso es exactamente lo que Paula ha venido a recordarnos.
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