miércoles, 3 de agosto de 2016

La suerte de ser Paula

Paula fue dibujada con mucho amor. Se hizo esperar, como los grandes acontecimientos. Le teníamos
guardado el sitio desde hacía años, y cuando al fin llegó le aplaudimos mucho.

Paula tiene dos ojos llenos de preguntas y de ganas, dos orejas que confirman a papá, una boquita fina y una nariz que aún no apunta maneras.

Paula tiene todos los deditos en las manos y en los pies, y todas las entrañas que han de venir de serie. Está enterita, no le falta nada.

Paula tiene por norma que la vida le sorprenda. Se deja alucinar por al menos setenta y dos cosas distintas cada día.

Paula sabe confiar y no tiene miedo. Paula no se plantea si sabe amar. Ella ama hasta el infinito y volver, y cuando no puede más cae rendida (entonces se mete el pulgar en la boca, igual que hacía su tía, y se entrega al sueño).

A Paula ni se le pasa por la cabeza que su cuerpo pueda no ser perfecto, que un cuerpo cualquiera no pueda serlo.

Los amigos de Paula no son bajitos, gafotas, negritos o rumanas. Sus amigos son Alberto, María, Freddy  y Natasha, y ella hace lo que esté en su mano para que estén bien, por eso todos se la rifan en el baile del colegio.

Paula llegó detrás de Adrián y en cada ocasión le hace saber que él es importante.

Paula tiene un hámster al que puso de nombre “Bolita de pelo”, y una Barriguita heredada a la que le puso el nombre de Lola, aunque dice que no conoce a nadie que se llame así. (Algún día le contaremos que Lola fue su bisabuela, la madre de mi madre, la que cuida de esta familia desde el otro lado).

Paula le acerca la muleta al abuelo cuando cree que va a necesitarla, y reparte su postre-premio de chocolate con el resto, porque así le sabe todavía más rico.

La gran mayoría de nosotros (lamentablemente, todos no) hemos sido Paula, ¿lo recuerdas?

¿Te acuerdas de cuando decías lo que te gustaba y lo que no? ¿Cuando abrazabas porque sí? ¿Cuando tenías ganas de jugar, de reír, de descubrir? ¿Cuando aprender no dolía?

Si tú tuviste la suerte de ser Paula, jugaste con renacuajos y lagartijas; te tiró una ola y aprendiste que no podías controlarlo todo; te picó una araña o una avispa y te enseñó que no todo tiene explicación ni es justo; te caíste de la bici y supiste de tu fragilidad.

¿Te acuerdas de cuando no sabías que tenías tanta suerte? ¿Recuerdas lo que eres debajo de todos esos años?

Si estás apretando los labios es que sí, que lo recuerdas, que tú también tuviste la suerte de ser Paula una vez. Hace mucho tiempo. Todo el que nos sobra. Y eso es exactamente lo que Paula ha venido a recordarnos.




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