Todo estaba igual
o casi.
El olor rancio a madera
de las tablillas del suelo,
el café recién hecho,
los croissants esperando pacientes
tras los cristales,
el jazz de fondo,
el jazz de fondo,
los libros con muchas manos
desordenados en las estanterías,
desordenados en las estanterías,
las mesas cojas,
las sillas de colores,
las lámparas de pie con cordoncillo,
las lámparas de pie con cordoncillo,
los espejos antiguos
y ese aire
que se respira cuando
todo es posible
y que nos dijo al oído
"sólo vosotros podéis
mover el mundo".
Estaba todo igual
o casi,
o casi,
incluso toda esa gente
que sirve para hacer bulto,
que sirve para hacer bulto,
los carteles vintage en las paredes
entre pizarras y cuadros con relieves,
la bicicleta (reliquia)
y el reloj parado.
Estaba todo intacto,
igual
o casi
igual
o casi
que cuando nunca estuvimos.
Y nadie moverá el mundo
si no volvemos.
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