lunes, 2 de abril de 2012

Carta al mundo de una extraña


Abuela, cómo quieres que te explique que la valentía que tuvo el yayo tantas veces para luchar por aquello que quería, ahora se ha convertido en puro miedo y cobardía, que aquí se defiende antes el orgullo propio que la justicia.


Que no sabemos cultivar tomates, ni arar los campos, ni improvisar cabañas en el bosque, pero nos creemos mucho más listos porque hemos aprendido bien a engañar sin que se note.

Cómo te explico, mamá querida, que nosotros que tenemos la libertad que vosotros no tuvisteis, elegimos lo fácil, lo rápido y lo caduco. Que teniendo la suerte de que nos enseñarais a escribir, apenas leemos, y que cuando una cosa se nos rompe, buscamos otra parecida porque ni se nos pasa por la cabeza la idea (y menos las ganas) de que podemos arreglarla con cariño.

Cómo explicaros a todos los que tuvisteis sesión golfa en mi cuarto, que apenas tres entre vosotros reconocerías mis manos entre cientos, y sólo un par sabéis quién soy. Que ni os imagináis lo lejos que me sentí de casi todos, aunque a todos os di todo lo que tuve.

Cómo explicarte a ti, que aún no estás en este mundo y probablemente nunca estés, que no quiero traerte sin un padre, y con un padre cualquiera mucho menos, lo cual reduce remotamente tus posibilidades de nacer. Y sinceramente, hijo, sinceramente… no deseo este mundo para ti.

Y no penséis ninguno que me rindo, ni me acomodo ni me resigno. Yo soy feliz por defecto y con esa suerte me conformo. Y elijo vivir mi vida como la vivo, sin arrepentirme nunca de lo que hago, porque siempre, sin excepción, hago todo lo que siento, aunque me equivoque muchas veces.

Vivir como yo vivo, en mi opinión, no es ejemplar, ni criticable tampoco.

Simplemente elijo vivir la vida que me toca,
y dejo que me toque mucho,
todo el tiempo,
porque prefiero morirme desgastada.

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