domingo, 29 de abril de 2012

Muerto


Más de una vez he pensado
cómo te sentirías
si  te cuentan algún día
que me he muerto.

Esta noche, sin embargo,
soñé que el muerto eras tú
y me he puesto triste.

No se me permitiría ir a tu entierro.
No podría presentarme
como la perra loca que les contaste que soy
(a no ser que habilitaran una fila
para todas las perras locas que escondiste),
ni aparecer siquiera
para enterrar mis libros con tus restos.

No tendría sentido
transmitirle a tu familia que lo siento
y cómo, cuánto;
Que siento que ya no estés,
como sentí cuando estabas
que no te portaras bien conmigo.

Me pregunto,
de haber sabido que ibas a morir,
si me habrías dicho algo
y qué habría sido.
Quizá eligieras el silencio,
como siempre,
es más tu estilo.

Te has muerto y te has callado,
cobarde,
y eso no es del todo justo.

¿Y a mí quién va a consolarme?
¿Quién me va a ofrecer sus condolencias?
¿Quién entenderá el dolor de quien no es nadie? 

Te he matado en mi cabeza
y no me queda más remedio 
que velarte sola, en esta cama
que una vez te vio dormido,
casi muerto.

Recuerdo haber pasado una hora larga
contemplando tu perfil,
nariz y labios.
Recuerdo haber pensado
“cuando se le caiga el pelo será distinto,
pero no puede ser más perfecto,
justo ahora”.

Justo entonces,
ya ves,
cuando estabas casi muerto,
cuando mejor me trataste porque dormías
y me buscabas sin querer,
seguramente confundiéndome con otra…
Pero eso ya a quién le importa,
si estás muerto.

Creo que aunque te murieras
mi poesía maldita seguiría esperando algún “lo siento”
desde el infierno en que estés
(calentándome el sitio, espero. Sería un detalle…).

Algún mensaje extra-humano
que me confiese que sabes
que debiste quererme de otra manera,
y que ahora, ya muerto, entiendes
que ni soy una perra ni estoy loca.

¿Quién entenderá que llore? ¿¿Quién??
Si me harté de repetir
que no te quiero en mi vida.
Aunque muerto menos.

Y tú vas y te me mueres,
por fastidiar, está claro.
No debiera sorprenderme.
Seguro que has muerto adrede
para seguir quedando por encima,
aun debajo de la tierra.

Y tú,
que siempre te serviste de cualquier excusa fácil
antes de dar la cara,
te mueres y celebras orgulloso
(orgulloso y muerto)
este mortal jaque-mate que no esperaba.

Y yo,
que estoy acostumbrada a las migajas,
me consuelo pensando
que antes de morirte tú, te maté yo.

Tonta de mí,
que te lloraré dos veces
si no me muero yo antes.

Tontos los dos,
que hasta por morir primero competimos,
aunque no nos importemos ni un poquito.

Te he matado en mi cabeza
pero ya te resucito,
que te quiero lejos,
pero vivo,
aunque no te quiera nada en absoluto.

(Fotografía de J.H. Andersen )

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